miércoles, 2 de noviembre de 2016

Extracto del cap. 3, parte 2

En esta parte del libro, Sam y Amanda empiezan a ver la peligrosidad real del mundo que ahora les rodea. Se dan cuenta de que no son las personas lo más peligroso, sino aquello que no conocen. En un mundo con clima extremo, las plantas e insectos mutan, y en este caso, van a tener que ver cosas que ni había soñado...


                                                  Extracto del cap. 3, parte 2
Al tercer día de convivencia con Amanda todo marchaba igual que siempre, aunque ella cada vez tenía mejor aspecto, ya podía comer una lata de conserva entera sin problema, sus labios mejoraron, ya no estaban secos ni agrietados, y sus magulladuras casi eran invisibles, estaba genial. A veces me quedaba mirándola bobamente hasta que reaccionaba, era absurdo, ¿qué puñetas me pasaba? Ella intentaba día a día estrechar un poco el lazo conmigo, pero yo no se lo ponía fácil, nunca me gustó hablar demasiado, pero la pobre lo intentaba. Al final descubrí que la arrogante era yo, no ella, había días que simplemente me dejaba llevar por sus conversaciones, me entretenían.

-¿Qué hacías cuando me encontraste?
-Das por hecho que te estaba buscando.
-Ohh… es una forma de hablar.- dijo desesperada, se echó el cabello hacia atrás, reí levemente, ya lo sabía.
-Pues, buscar supervivientes cuerdos.
-Suerte que diste conmigo.
-He dicho cuerdos.
-Qué idiota eres.- apuntó ya molesta, yo me reí. –No sé dónde está la gracia.
-¿Qué le paso a tu familia?- se puso seria.
-Un temblor inesperado, un edifico se derrumbó y cayó estando ellos dentro del coche de mi padre.
-Tú no tuviste la culpa, deja de flagelarte. ¿Tenías hermanos?
-Una hermana, de 15 años, se llamaba Paula, estaba en el coche.
-Lo siento.
-Vamos, Sam. Tú sabías todo lo que iba a pasar y no dijiste nada.- reprochó.
-¿Qué querías que hiciera? Que me pusiera en mitad de la calle con una pancarta diciendo que el mundo se iba al carajo. Lo siento pero no, me habrían detenido por escándalo público.
-No intentaste salvar a nadie.
-Oye, entiendo tu dolor, pero no tengo la culpa de aquel temblor que mató a tu familia, las cosas son así, asúmelo.- exigí bruscamente.
-Eres una insensible.
-Y tú una irrealista.
-Que te jodan.- expresó y se levantó del sitio yendo al baño.

Se había enfadado bastante, la muerte de sus padres y hermana aún estaban recientes y entendía su reacción. No quise darle mayor importancia a sus ataques, lo dejé estar, entendí que debía aparcar el tema familiar un poco más, ella hablaría cuando estuviese preparada. Se dedicó a estar como un fantasma, ni una mirada, ni una palabra en todo el día, verdaderamente estaba acalorada, no sabía qué decirle y por lo tanto, no dije nada. Amanda era como si no existiera aquel día, de modo que intenté sobrellevar las horas como si no la hubiese conocido. Como tenía intención de pasar largo tiempo despierta le ofrecí mi cama.

 Me contempló levemente con una mirada fulminante, era como un volcán a punto de explotar, se fue. Esa vez no me dio ni las buenas noches, no pensé que lo echaría de menos. Quería estar despierta, había estado escuchando ciertos ruidos fuera y no quería una falsa alarma. La noche estaba clara y en calma, la Luna en su fase creciente casi completada y el mismo escenario apocalíptico se respiraba en la calle, o sea, nada de nada. Al recostarme sobre el sofá y las sábanas usadas por Amanda absorbí su aroma impreso en ellas. Me conquistó, me hizo tener un calor intenso, noté mis sentidos dominarme por primera vez, era tan delicioso oler aquella fragancia, no sabría describirlo, era muy suave, fresco y vivo, una mezcla a jazmín y cítricos, una unión en armonía, un aroma que no había olido nunca, algo que me hacía delirar de la manera más mágica. De pronto sentí algo rozando mi frente, me desperté deprisa y cogí el brazo de Amanda parando su cometido, me miró sorprendida por mi reacción, la asusté. La miré a los ojos, a aquellos ojos verdes claros e intensos que daban jaque a mi raciocinio.

-¿Qué haces?- pregunté. Solté su brazo.
-Estabas sudando, te pasaba una servilleta para secarte.- era cierto.
-Hoy saldré, ¿quieres… venir conmigo?
-De acuerdo.

Salimos, el Sol aún pegaba con fuerza, podría hacer unos 30ºC todavía, la arenisca del polvo asfaltico se levantaba con facilidad, lo que aceleraba el deshidratamiento, podías sentir en tu piel la sequedad del ambiente y el viento caliente rodeándote. Anduvimos unas calles, me hablaba, poco, pero lo hacía. Tras hora y media en la calle, aproximadamente, nos metimos por una de las vías cercanas a un gran parque que había. Pero al llegar vimos algo que nos sorprendió a las dos, nos quedamos mirando como dos tontas el escenario. Los edificios que estaban en pie estaban cubiertos por enredaderas, cientos de ellas y de densidad robusta, la travesía parecía estar convirtiéndose en una jungla. El suelo estaba agrietado y salía hierba, todo aquello se extendía hasta el antiguo parque, no sabíamos qué había causado tal estrago. Miramos detenidamente.

1 comentario: