domingo, 4 de diciembre de 2016

La Peste Bubónica. Conoce su secreto...


                                                      La peste bubónica. ¿Sabrías enfrentarte a ella?

      La peste bubónica afectó a Europa en el siglo XIV y que alcanzó un punto máximo entre 1346 y 1361, matando a un tercio de la población continental. La teoría aceptada sobre el origen de la peste explica que fue un brote causado por una variante de la bacteria Yersinia pestis. Apareció hacia 1320, introducida por marinos, la epidemia dio comienzo en Mesina. Mientras que algunas áreas quedaron despobladas, otras estuvieron libres de la enfermedad o solo fueron ligeramente afectadas. La peste bubónica es una enfermedad que afecta particularmente a los animales, siendo transmisible al hombre debido a la picadura de una pulga que se encuentra en las ratas, aunque también puede estar en conejos, liebres, gatos y otros animales. Este microorganismo puede mantenerse viable durante un largo periodo de tiempo en el agua, harinas y granos húmedos, si bien se destruye en pocas horas cuando es expuesto a la luz solar. La causa de la peste bubónica hay que buscarla en la picadura de una pulga que, habitualmente, parasita las ratas. La pulga inocula miles de bacilos en la piel, que posteriormente viajan por los vasos linfáticos hasta alcanzar los ganglios linfáticos regionales. Allí se multiplican provocando la necrosis de la estructura ganglionar. 


      La peste bubónica no se transmite fácilmente de persona a persona, a no ser que se dé un contacto físico directo con los bubones supurantes. El contagio sí se da con más facilidad con el contacto con los animales infectados, pudiendo penetrar las bacterias infectadas a través de la piel. Los síntomas de la peste bubónica son tras un periodo de incubación que oscila entre los 2 y los 8 días, aparecen bruscamente síntomas como la cefalea, fiebre, escalofríos, convulsiones y debilidad general. A partir de ahí, y al cabo de pocos días, o incluso de horas, el afectado ya nota la presencia del bubón. Este suele tener entre 1 y 10 cm de diámetro y es doloroso al tacto. Su localización habitual es la zona inguinal, axilar o en el cuello, pudiendo supurar en ocasiones. 
La palpitación de esta adenopatía produce un dolor muy intenso. El diagnóstico se lleva a cabo aislando la bacteria Yersinia pestis en sangre, bien con el exudado del bubón, con el líquido cefalorraquídeo o a través del esputo. Si el diagnóstico resulta positivo, la primera medida consiste en aislar al paciente y estabilizarlo. El tratamiento antibiótico debe iniciarse desde el primer momento, preferentemente con estreptomicina. En los casos de hipotensión o meningitis se administrará cloramfenicol. Aunque los bubones suelen remitir, en ocasiones puede ser necesaria la incisión y el drenaje del mismo.

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