La peste bubónica. ¿Sabrías enfrentarte a ella?

La peste bubónica no se transmite fácilmente de persona a persona, a no ser que se dé un contacto físico directo con los bubones supurantes. El contagio sí se da con más facilidad con el contacto con los animales infectados, pudiendo penetrar las bacterias infectadas a través de la piel. Los síntomas de la peste bubónica son tras un periodo de incubación que oscila entre los 2 y los 8 días, aparecen bruscamente síntomas como la cefalea, fiebre, escalofríos, convulsiones y debilidad general. A partir de ahí, y al cabo de pocos días, o incluso de horas, el afectado ya nota la presencia del bubón. Este suele tener entre 1 y 10 cm de diámetro y es doloroso al tacto. Su localización habitual es la zona inguinal, axilar o en el cuello, pudiendo supurar en ocasiones.
La palpitación de esta adenopatía produce un dolor muy intenso. El diagnóstico se lleva a cabo aislando la bacteria Yersinia pestis en sangre, bien con el exudado del bubón, con el líquido cefalorraquídeo o a través del esputo. Si el diagnóstico resulta positivo, la primera medida consiste en aislar al paciente y estabilizarlo. El tratamiento antibiótico debe iniciarse desde el primer momento, preferentemente con estreptomicina. En los casos de hipotensión o meningitis se administrará cloramfenicol. Aunque los bubones suelen remitir, en ocasiones puede ser necesaria la incisión y el drenaje del mismo.
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